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Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología
RECPC 02-c1 (2000)

Conversaciones:

 Dr. JOSÉ A. LORENTE ACOSTA

Por Jesús Barquín Sanz

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un archivo sonoro con la

voz del Dr. J. A. Lorente


      El doctor José Antonio Lorente Acosta es uno de los más prestigiosos especialistas en identificación basada en análisis de ácido desoxirribonucleico (ADN). Actualmente es profesor titular de Medicina Legal y director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada, presidente de la Academia Iberoamericana de Criminalística y Estudios Forenses y profesor titular de la División de Entrenamiento Internacional del FBI; asimismo, es profesor del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología de la Universidad de Granada y, desde la fecha de realización de esta entrevista, asesor de Criminet y RECPC en materia de criminalística. Además de un gran número de monografías y artículos científicos, ha publicado recientemente, junto con su hermano el Dr.  Miguel Lorente Acosta, Agresión a la mujer: maltrato, violación y acoso (1998)y está a punto de aparecer la segunda edición de El ADN en la investigación criminal y en la determinación de la paternidad (1995).
    En la tarde del 20 de octubre de 2000, el Dr. Lorente dictó la conferencia inaugural del I Curso de Experto en Criminalística, impartido en la Universidad de Granada a iniciativa del Instituto de Criminología. Con ocasión de este encuentro, mantuvimos con él la conversación siguiente. Además de quien firma, también intervino con algunas preguntas el Dr. Miguel Olmedo Cardenete (MO).

    JB: ¿Cuál es el estado actual de la criminalística en España?
    JL: En términos generales, se encuentra en un momento realmente bueno, comparable con el de los demás países occidentales: el resto de Europa, EEUU, Canadá, Japón. Lo sé por experiencia propia: he tenido la oportunidad de vivir y de trabajar en muchos de esos lugares, conozco cuál es el nivel de la criminalística que ellos hacen y conozco cuál es el nivel de la criminalística que se hace en los laboratorios oficiales españoles: Guardia Civil, Policía, Institutos de Toxicología y cátedras como la nuestra en la Universidad de Granada. Ahora bien, que haya una situación buena no quiere decir que sea una situación ideal ni significa que tengamos que conformarnos con lo que hay.
    JB: ¿Luego hay aspectos que deben mejorar?
    JL: Sin duda. Hay algunas limitaciones muy notables desde el punto de vista criminalístico. Por ejemplo, algunas relacionadas con la escena del crimen, por donde la investigación criminal tradicionalmente ha empezado y sigue empezando. Con los avances de la ciencia de investigación criminal, con el desarrollo de técnicas como el análisis del ADN se está produciendo un fenómeno generalizado (no sólo en España) que consiste menospreciar la importancia que tiene esa escena del crimen; cada vez con mayor frecuencia, el especialista tiende a relajar el rigor en ese momento inicial clave en la confianza de que en el laboratorio se podrá discriminar la información relevante de la que no lo es. Éste es un peligro que debe conjurarse, porque lo más importante que hay en la investigación criminal es la escena del crimen. Las técnicas que se desarrollan luego en un laboratorio tienen una importancia muchas veces secundaria. Se pueden poner múltiples ejemplos de cómo una mala actuación en la escena del crimen da luego al traste con las mejores técnicas de tipo analítico que uno se pueda imaginar.
    La investigación criminal sigue teniendo su base donde la ha tenido siempre que es en el adecuado estudio de la escena del crimen y de las pruebas que ahí se recogen. Y a partir de ahí, lo que sale del laboratorio no hace sino aportar más datos que a veces son totalmente objetivos y estadísticamente irrefutables, pero en cualquier caso deben encajar dentro de una hipótesis en una investigación criminal. Se equivoca quien se olvide de esto y crea que la técnica que se desarrolle en un laboratorio o que se pueda hacer en otro lugar vaya a hacer perder importancia a la investigación criminal in situ.
    JB: Creo que en ocasiones usted se ha referido a esto como 'síndrome del airbag'.
    JL: Sí, es una analogía que me gusta emplear. Al principio, la publicidad transmitía un mensaje subliminal del estilo: 'como usted conduce un automóvil con airbag, se encuentra más protegido y no debe estar tan preocupado como antes por los accidentes'. Recuerdo algún anuncio que hubo que retirar en el que un aparecía un coche a gran velocidad, se oía un sonido que se suponía que era un accidente, funcionaba el airbag y la persona salía prácticamente intacta del automóvil. En criminalística, el síndrome del airbag consiste en no prestar atención a las pruebas que se recogen en la escena del crimen, partiendo de la base de que el laboratorio va a resolver luego el problema. No es infrecuente que, hoy en día, un especialista vea una mancha de sangre y en vez de analizar la morfología, la localización, la antigüedad (por el color y el grado de desecación que puede tener la mancha) y otras características, en vez de fotografiarla adecuadamente, se limite a rasparla y recoger una muestra en un hisopo, mandándola al laboratorio. El laboratorio podrá seguramente (en un 95% de los casos) identificar a quién corresponde esa mancha pero nunca jamás podrá ver otros aspectos importantes en la investigación criminal como es el mecanismo de producción, y no se podrá contrastar con las declaraciones de los imputados ni, en consecuencia, averiguar cómo se desarrollaron los hechos.
    Hay estadísticas, sobre todo estadounidenses, que demuestran esta relajación en un sector de los especialistas en la escena del crimen: las muestras llegan a los laboratorios en condiciones significativamente peores en 1998 que diez años antes.
    JB: ¿No hay estudios similares en España?
    JL: No, que yo conozca. De todas formas, quizá no sea ése nuestro principal problema. En España, la investigación criminal en la escena del crimen tiene una calidad comparable a la de los países (Estados Unidos, Austria, Alemania...) en los que he estado investigando y con cuyos policías he tenido ocasión de trabajar. Aunque sin duda tenemos una peor dotación de medios, yo no cambiaba, al menos a ciegas, a un especialista con cierta experiencia de, por ejemplo, la Guardia Civil, por un especialista equivalente del FBI.
    Pero, siguiendo con los aspectos que hay que mejorar, sí hay algo en lo que nosotros fallamos mucho: la cadena de custodia. Ningún laboratorio forense debería analizar muestras que no hayan llegado al mismo de acuerdo con un protocolo legal de custodia, de guarda adecuada, de conservación física y material de la evidencia, y donde conste en qué momento se recogió, quién la recogió, cómo se va a hacer para evitar cualquier tipo de contaminación o de manipulación, todos los procesos que hubo desde que se recogió hasta que llegó al laboratorio, quién la recibe en el laboratorio, dónde se guarda y qué se hace con esa evidencia.
    Aquí sí que estamos muy por debajo de otros países y resulta imprescindible que seamos críticos para intentar mejorar.  Esto es importante particularmente en las muestras biológicas, que tienden a degradarse sobre todo por los fenómenos de autólisis y putrefacción, pero también en relación con otro tipo de muestras. Yo he visto llegar a laboratorios de criminalística fragmentos de vidrio donde decían que había una huella dactilar y, por no haberlos almacenado adecuadamente, ese vidrio ha llegado totalmente fragmentado, con lo cual a veces es posible recomponer los fragmentos y buscar la huella, y otras veces es realmente difícil o hace que se pierda información. También he visto en laboratorios de España llegar indicios criminales en una bolsa de un centro comercial, con la ropa que llevaba la víctima de una presunta agresión sexual junto con un bote de sangre del presunto agresor, con lo cual una mínima gota de sangre que se derrame del tubo podría manchar cualquier prenda de la víctima y dar lugar a un informe del laboratorio certificando que en las ropas de la víctima había sangre del presunto agresor.
    JB: Parece, pues, que no debemos imaginarnos la cadena de custodia como un proceso protocolizado en el que cada eslabón queda recogido en un documento oficial que certifica todos los datos relevantes de tiempo, lugar, personas y condiciones de conservación.
    JL: Bien, deberíamos imaginarlo así como aspiración, pero no como realidad en la mayoría de los casos. Muchas veces no se plantean problemas porque la confianza y el conocimiento entre los diferentes agentes salvan el peligro de dispersión de las evidencias materiales, pero está claro que no podemos seguir haciendo depender todo esto de la amistad. En la práctica ya se están empezando a utilizar kits con elementos que hay que utilizar en la escena del crimen. Pero aún queda un largo camino por andar: cuando vamos a otros países, lo primero que te pregunta el abogado es '¿quién le dio a usted la bolsa?' y tienes que presentar los documentos firmados en donde figuren tal hecho. Y en España, aunque muchas veces no surjan problemas, desde el punto de vista estrictamente legal sí pueden plantearse, y de hecho los ha habido, pues hay más de una sentencia en las que han sido anuladas maravillosas pruebas por falta de una adecuada tarea de custodia.
    JB: Además del riesgo de condenas a inocentes. Porque, aunque hay quien objeta el coste económico de esta clase de medidas, no debe olvidarse que el garantismo tiene un componente fundamental de interdicción de la arbitrariedad y la injusticia. Los ejemplos de inocentes condenados son tan abundantes que nadie, ni siquiera quien se tenga por extremadamente virtuoso, debería contemplar esto como un problema ajeno, un problema 'de los delincuentes'.
    JL: En estos momentos, el control de calidad de la cadena de custodia supone una enorme fuente de seguridad para el conjunto de la población de un país.  Sin duda, cualquiera puede llegar a verse envuelto en un proceso penal sin tener nada que ver con los hechos, riesgo que se multiplica si la investigación y todo lo que la rodea es deficiente.
    JB: Siendo usted presidente de la AICEF, no puedo dejar de preguntarle por el nivel científico de la criminalística y los estudios forenses en Latinoamérica.
    JL: Hay algunos países donde están más avanzados, pero en Latinoamérica en general hay grandes carencias y una situación relativamente pobre en el ámbito de la investigación criminal desde el punto de vista teórico y práctico. Ello obedece a múltiples razones, entre las que destaca la crisis económica; la mayor parte de esos países tienen un alto endeudamiento y gran dosis de pobreza, por lo que los Estados que son los que básicamente mantienen este tipo de investigación criminalística no tienen medios suficientes para invertir, y no los invierten ni en formar a sus policías ni en pagarles un sueldo adecuado, lo cual favorece la corrupción. No hay suficiente formación en técnicas de análisis de muestras de todos los tipos, no hay medios adecuados, no se invierte en equipar los laboratorios. Éste es un problema crónico que repercute en una mala Administración de Justicia, como cuando el reconocimiento de la paternidad se basa simplemente en la comparación de datos antropométricos (por ejemplo, si se parecen los ojos de los supuestos padre e hijo), lo que a estas alturas está completamente superado en países más avanzados.
    Por lo tanto, en general, la carencia de formación o la formación deficiente sucede en todos los países. Cierto que hay países que en un área determinada y en relación con ciertos desarrollos técnicos están muy bien formados. Por ejemplo, en Colombia y en Brasil el desarrollo de la genética es muy fuerte porque se hacen muchos estudios de paternidad en virtud de una exigencia legal. Las leyes de Brasil por ejemplo, exigen que los hijos que nazcan de una mujer que no esté unida en matrimonio civil o religioso, tiene que decir quién es el padre y el presunto padre tiene que someterse a un control de paternidad (aunque por ejemplo estén conviviendo durante 15 años) y ello es así porque si en un momento determinado se separan el Estado no quiere hacerse cargo del costo que supone el mantenimiento del hijo. Esto supone que la genética se haya desarrollado enormemente en Brasil, y con una situación muy similar, en Colombia. Pero hay otros países en los que el desarrollo es nulo, o por otra parte, en Colombia hay carencia de otras ciencias.
    Lo bueno de estos países es que son conscientes de que les falta formación y están empezando a requerirla. Si se da un contexto favorable, en un plazo de 5 o 10 años el nivel de estos países en la investigación criminal puede alcanzar niveles muy satisfactorios.
    JB: ¿Y de dónde proviene fundamentalmente esa formación? ¿Quizá de los Estados Unidos? Por otra parte, le he oído hablar en ocasiones de la deuda de España con estas naciones y de que esto constituye al mismo tiempo para nosotros una oportunidad de crecer.
    JL: Sin duda, el centro de donde emana la mejor ciencia forense lo siguen siendo los Estados Unidos. Si se tratara tan sólo de calidad científica y de nivel tecnológico, tendríamos poco que hacer. Pero el idioma y la cultura constituyen a menudo una barrera. En los Estados Unidos no es raro que el caucasiano norteamericano considere con desagrado e incluso trate despectivamente a los hispanos (que son considerados a veces gente de segunda categoría). Esto es así sobre todo si hablas mal el idioma; conozco algunos casos deplorables en este sentido del que han sido víctimas profesionales de otros países americanos.
    La otra alternativa es España, que, dentro de las responsabilidades históricas que pueda tener, parece claro que se incluye la de ayudar a todos estos países. Esto se está haciendo en general de forma adecuada, aunque habría que procurar rentabilizarlo mejor, porque hay otros estados europeos (por ejemplo Francia o Alemania) que, con muchísima menos inversión que la nuestra, crean una sensación muy acentuada de colaboración que no siempre se consigue mediante nuestras aportaciones.
    JB: Se me ocurre en todo caso que, en materia de formación, tampoco podemos estar muy contentos en España. Sólo ahora parece que va a salir adelante la Criminología como enseñanza reglada en las universidades, lo que ha ido de la mano de la ausencia de la criminalística de los planes de estudios. Puede que haya excelentes especialistas en las distintas ramas de la criminología y de la investigación criminal, pero al faltar esos programas generalistas de formación, a menudo hay desconexión entre unas y otras ciencias. Por ejemplo, un fiscal debe ser especialista en Derecho, por supuesto, pero debería asimismo conocer los fundamentos de las diferentes áreas de interés que configuran la criminología. No creo que ello perjudicara su especialización y, en cambio, contribuiría a que fuera un profesional todavía más preparado.
    JL: Yo creo que hacen falta criminólogos, y que personas que siendo criminólogos puedan acceder después a otras especializaciones e incluso creo que haría falta que a personas que ostentan ciertos cargos, como policías o agentes del Orden Público de nivel local, autonómico y nacional se les exigiera un título de Criminología.
    Por supuesto que en una sociedad del siglo XXI la especialización es imprescindible como en el caso de los jueces. No obstante, cuando hay una ignorancia total de ciertas materias, se depende exclusivamente de lo que digan los informes o de peritos, de los que obviamente en principio no hay que dudar, pero a menudo es precisa una interpretación más amplia que la simple lectura de las conclusiones. A veces se ve en las sentencias que los jueces no se han enterado de nada de lo que se les ha dicho. Esto, con los matices oportunos, es aplicable también a la policía, a los fiscales, etcétera.
    Por ejemplo, volviendo al tema de la investigación en la escena del crimen, a menudo los primeros que llegan son policías locales, que deben estar formados en investigación criminal aunque sólo sea para preservar adecuadamente el lugar e incluso localizar algunos indicios criminales. Hay estadísticas en EEUU que ponen de manifiesto la importancia de una adecuada formación de la policía que acude inmediatamente a los hechos. En EEUU los policías locales y los agentes de las oficinas de los sheriff de los condados (en aquellas localidades más pequeñas) tienen una formación criminalística que supera con creces la que suelen tener nuestros policías locales en España, lo cual, obviamente, no es achacable a éstos, sino a la Administración, que nos los forma adecuadamente.
    JB: Hemos hablado antes de la criminalística, pero, yendo a un nivel más general, sería de interés que comentara la situación de la Medicina Legal y Forense en España.
    JL: En España, la prueba pericial médica, que recae normalmente de forma oficial sobre el médico forense, está configurada de tal manera que un médico está adscrito a uno o a dos juzgados de instrucción. El médico es, pues, auxiliar de ese o esos jueces y cualquier tema de pericial médica que acude a ese juzgado es responsabilidad de ese solo médico forense, el cual no dispone ni de los conocimientos (porque no los puede tener nadie, ni el más sabio catedrático de Medicina Legal) ni de los medios técnicos para realizar todas las exploraciones y análisis necesarios para emitir un informe adecuado. Hay muchos médicos forenses que están totalmente aislados y que se relacionan exclusivamente con su juez y no se desarrolla un trabajo coordinado como el que se hace en todos los países del mundo excepto España. Aquí inciden también las deficiencias de los Institutos de Medicina Legal, que pueden tener o no relación con la Universidad. En los lugares en los que haya una buena Universidad y buenos profesionales, lo lógico es que la haya, pero no siempre es así. Hay autopsias que se hacen en condiciones lamentables y demasiadas veces tiende uno a pensar que los datos que se sacan de una autopsia o son parciales o se ha perdido la otra mitad de los datos; también se pierden indicios criminales por falta de medios adecuados, no se hacen fotografías, no se recogen ni se custodian adecuadamente las pruebas... En casi todas las ocasiones, la culpa no es del médico forense sino del sistema.
    Por lo tanto, la situación me parece decimonónica, absurda, pues le cuesta al Estado muchísimo dinero y, lo más grave de todo, no permite obtener los mejores resultados para una mejor administración de justicia. Hoy en día es imposible que un solo médico forense sea capaz de resolver todos los problemas que le llegan: pericias, autopsias, accidentes de tráfico, un disparo por arma de fuego, unas lesiones, evaluar enfermos psiquiátricos. Y lo peor de todo es que, aunque los informes teóricamente no son vinculantes para el órgano judicial, en la práctica el juez se lo suele creer a pies juntillas y eso es muy peligroso. No existe ningún país del mundo donde suceda esto; por ahí fuera les cuesta creerlo cuando se les explica la organización de la Medicina Legal en España.
    MO: Pero, ¿se interviene en la formación o en el reciclaje de los forenses?, ¿se organizan cursos de formación para ellos?
    JL: El Ministerio de Justicia organiza cursos de formación continua y de reciclaje para los médicos forenses, cursos a los cuales invita a profesores de Medicina Legal. Ahora bien, no los organiza de forma sistemática. Hay en España 600 forenses y no es obligatorio que se reciclen y se observa que sólo las generaciones más jóvenes están mayoritariamente motivadas. El trabajo aislado provoca que algunos médicos forenses acaben por ser en cinco años unos autodidactas que se creen que lo han visto y que lo saben todo.
    JB: ¿Sería correcto inferir que hay un gran nivel en la Medicina Legal universitaria en contraste con un bajo nivel de los médicos forenses de los juzgados?
    JL: Tampoco es así. Universidades españolas donde haya departamentos de Medicina Legal se pueden contar con las manos. También hay mediocridad en la Universidad. Por otra parte, no es raro que allí donde el nivel científico es alto, se produzca una situación de gran enfrentamiento entre los profesores de Medicina Legal y los médicos forenses.
    En España, se reconoce desde hace ya muchos años el Título de Especialista en Medicina Legal y Forense y esto podría resolver el problema si el Ministerio de Justicia, a la hora de convocar oposiciones a médico forense exigiese como requisito indispensable el ser especialista. Nosotros tenemos varios MIR (médicos residentes) de Medicina Legal que deberían ser los forenses del futuro. En España, mientras los forenses no sean especialistas, mientras no se organicen los Institutos de Medicina Legal con un director, con unos criterios de colaboración y de trabajo en equipo, la cosa no va a funcionar de ninguna manera.
    En cierto modo, somos el hazmerreír de Europa. En Alemania, por ejemplo, revisan sistemáticamente los resultados de las autopsias de sus nacionales fallecidos en España (lo que puede ser relevante a efectos de indemnizaciones, por ejemplo) y en el 60% de los casos, que es mucho, obtienen allí resultados distintos si no totalmente opuestos a los del informe inicial.
    JB: En España, los peritajes de parte tienen mala prensa. Se suele tender a pensar que los resultados que se presentan son los que convienen al que paga.
    JL: La pericial privada es una necesidad absoluta y es un derecho que todo el mundo tiene y que el Ministerio de Justicia tiene que facilitar y activar incluso, porque a menudo las cosas admiten visiones diferentes. Cierto es que algunos tipos de informes no son opinables: por ejemplo, si en un caso criminalístico decir que la muestra de sangre es de un señor con tal probabilidad, eso es así y si dices que no lo es probablemente estás manipulando algún dato. Pero más a menudo, en la pericial médica sobre casos criminales, lo que sirve es el ejemplo del vaso medio lleno y medio vacío: los peritos no se ponen de acuerdo porque no se trata de una ciencia exacta. Esto refuerza la importancia de la pericial privada.
    El problema es que, en España, lo que digan los médicos forenses va a misa el 99% de las veces, mientras que los jueces ponen sistemáticamente en duda lo que dice la pericial privada por proceder de parte. No es eso lo que sucede en otros países, como por ejemplo EEUU o el Reino Unido, donde las partes suelen presentar expertos que discuten con gran libertad con los peritos oficiales. Yo creo que, en España, la pericial de parte está mal valorada por jueces y tribunales. El dictamen de los forenses puede ser erróneo y el juez no hace caso a ningún otro, y, aunque sea cierto que el forense no tenga interés económico, lo malo es que en ocasiones realiza el informe sin poner ningún interés, simplemente porque se lo pide el juez, lo que conduce a no pocos desastres.
   Yo tengo la experiencia de haber estado un par de veces en pericia de parte y me he sentido maltratado, casi denigrado por las preguntas de los jueces o los abogados respecto a quién me ha pagado y cuánto, tratándome como mentiroso, poniendo en duda mi honestidad. En España se maltrata a los peritos de parte. Esta estrategia de los abogados se puede encontrar en todos los países, como es lógico, pero la diferencia es que en España los órganos judiciales asumen a menudo como propio el prejuicio contra el perito de parte.
   MO: ¿Cuál es la receptividad de los jueces a las nuevas técnicas de investigación en la Medicina Legal? ¿Son reacios, están abiertos o normalmente siguen lo que dice el médico forense?
    JL: En general, si tuviera que hacer un promedio, los jueces son bastantes receptivos sobre todo respecto a los avances médicos, y admiten las pruebas si se les presentan garantías. Pero no perdamos de vista que las pericias que normalmente hacemos nosotros, en el Departamento de Medicina Legal, vienen solicitadas por el juez dentro de la investigación, con lo cual tenemos esa ventaja a nuestro favor.
    JB: Usted tiene varios años de experiencia en el centro de investigación del FBI en Quantico (Virginia), así como estancias en la Universidad de Berkeley y en algunas universidades alemanas. ¿Le debe a ello la mayor parte de su formación como especialista en identificación genética?
    JL: Desde el punto de vista práctico, en el momento en que yo empecé a formarme en esta ciencia en España no había nada, con lo cual el 100% de mi formación procede de fuera, de Alemania y básicamente de EE.UU. Hoy en día en España, la Genética forense está bastante avanzada, con lo cual a lo mejor no es imprescindible irse al extranjero en términos absolutos aunque siempre es bueno conocer maneras de trabajar diferentes, mentalidades diferentes, procesos penales diferentes. En estos países se trabaja de otra forma y eso siempre está bien, porque en Criminalística hay que tener presentes diversas hipótesis alternativas y el trabajo no es siempre 1+1=2 o ABCDE, sino que hay que estar con la mentalidad abierta pensando que existen otras posibilidades. En ese sentido, salir fuera abre la mente porque te plantea otros problemas o permite un nuevo enfoque de un problema que uno está acostumbrado a considerar de determinada manera.
    No obstante, desde el punto de vista técnico es cierto que las técnicas de laboratorio son iguales en todos los países y hoy en día se puede formar uno muy bien en España. Pero insisto en la conveniencia de irse a trabajar un período fuera con otros policías y en otras universidades.
    MO: ¿Qué aportaron respectivamente a su formación las universidades extranjeras y otras instituciones oficiales como el FBI?
    JL: En Alemania, estudié Patología forense. Lo que aprendí allí fue sobre todo el método, cómo se hacen las cosas, el régimen protocolario, la necesidad de no dejar ningún cabo sin atar. Yo siempre he tenido tendencia a tener las ideas estructuradas, pero es que allí me convirtieron en un radical.
    En cuanto a la investigación en un cuerpo policial como es el FBI, me abrió la mente a la imaginación. Allí, cualquier hipótesis, cualquier alternativa por remota que sea, la consideran como si fuese la posibilidad principal, o sea, te obligan a pensar: si tú fueras el delincuente, qué habrías hecho y cómo, y se ponen a trabajar. Quieras que no, eso hace que no se escape nada por pequeño que sea. Este sistema de barajar todas las hipótesis posibles en criminalística es muy bueno. A mí me ha servido mucho para integrar el trabajo de laboratorio con la labor de campo. A veces, quienes se dedican a trabajar en el laboratorio sin haber visto nunca la escena de un asesinato o a una mujer violada pierden la perspectiva por no saber manejar ni interpretar lo que tienen en las manos. Yo tuve la suerte de tener esas dos formaciones.
    JB: ¿Cómo se decidió a convertirse en investigador y profesor universitario?
    JL: En gran medida, gracias al profesor Enrique Villanueva, quien es director del Departamento de Medicina Legal de la Universidad de Granada y ha sido mi maestro desde que llegué a la Universidad. Es una persona que siempre ha confiado en mí, desde el principio. Recuerdo que el primer año que estuve en el Departamento de Medicina Legal, hice una tesina y me quedé sin la oportunidad de pedir una beca ese año; gracias a Dios, por circunstancias familiares no tenía problemas económicos, pero en un momento dado pensé en preparar las oposiciones a médico forense. No obstante, el profesor Villanueva me instó a seguir porque creía que yo valía como investigador y como docente y me iba a apoyar para futuras solicitudes de beca, publicaciones, etc. Es una persona muy estricta con los planes de investigación, muy detallista, para el que no caben las medias tintas; una persona que impone una sistemática de trabajo en la que todo tiene que estar demostrado con métodos rigurosos estadísticos y demás, y eso te marca. Desde luego, me hizo trabajar mucho. Además, tiene unos conocimientos de Medicina Legal impresionantes; puede dar clases magistrales de lo que sea y en cualquier momento.
    Él es mi gran maestro. Pero debo mencionar también al Dr. Bruce Budowle, de quien he aprendido casi todo lo que sé en materia de técnicas y protocolos de trabajo en laboratorio. Director de la Unidad de Investigación Biológica del FBI, es una persona que me ha ayudado mucho, tiene una mente privilegiada y me ha abierto las puertas del FBI. Gracias a él, fui la primera persona de fuera de los Estados Unidos que entró a formar parte del FBI sin pertenecer a un cuerpo de policía. Tenemos una buena relación personal y familiar.
    JB: En sus perspectivas de desarrollo profesional, ¿qué importancia tiene llegar a ser catedrático?
    JL: Tengo claro que no voy a sacrificar absolutamente nada de mi vida familiar ni de mi capacidad de investigación o docente o de mis relaciones internacionales por irme a otra universidad para ser catedrático, sobre todo teniendo en cuenta el nivel científico y los medios de que dispongo en la Universidad de Granada. Por otra parte, pienso que la calidad de la investigación y de la docencia que uno pueda aportar no van a variar por el mero hecho de cambiar el rótulo; lo mismo se puede decir del prestigio que eventualmente se tenga.  Desde luego, si alguna vez me fuese para ser catedrático sería en las mismas condiciones que tengo en Granada. Confío en que algún día podré ser catedrático en esta universidad y, aunque en este momento no lo echo de menos en absoluto, también me doy cuenta de que ser catedrático abre ciertas puertas y posibilidades a las que, de otra manera, resulta difícil acceder.
    JB: ¿A cuántas personas dirige en la actualidad?
    JL: Tengo a siete personas que trabajan conmigo, de las cuales cinco son titulados superiores y otros dos son técnicos de laboratorio de apoyo; además, siempre hay una o dos personas más de Latinoamérica formándose o reciclándose. Se trata de un equipo que se financia con proyectos de investigación. Tenemos convenios firmados con entidades nacionales (como la Fundación Marcelino Botín) e internacionales que, por un lado, me vinculan y, por otro, me permiten trabajar a gusto. Además, el profesor Villanueva me respeta, me quiere y me da libertad absoluta; y creo que yo le correspondo como debo. Si añadimos que aquí está mi familia y mi gente, no me veo trasladándome a otro lugar sólo por pasar de ser profesor titular a catedrático.

 Conversaciones: Dr. JOSÉ ANTONIO LORENTE ACOSTA
Por Jesús Barquín

RESUMEN: El Dr. J. A. Lorente se pronuncia acerca del estado actual de la Criminalística en España y en otros países, así como sobre algunas otras cuestiones como la Medicina Forense que se hace en la Universidad y en la Administración de Justicia, la formación de investigadores y de los miembros de fuerzas y cuerpos de seguridad, los informes periciales en el proceso penal, así como su propia trayectoria investigadora personal.

PALABRAS CLAVES: criminología, criminalística, medicina legal, medicina forense, identificación genética, investigación del delito, proceso penal

FECHA DE PUBLICACIÓN EN RECPC: cinco de noviembre de 2000


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